Hola, mi nombre es Daniela Torre y hoy te quiero contar un poco sobre el proyecto de “Daniela Torre Fotografía”. Todo comenzó cuando era pequeña y mi papá me dio por primera vez una cámara desechable. Desde ese momento, fotografiar cada momento se volvió un hábito, y mi papá era, es y será mi mayor juez. Él me enseñó varias técnicas de composición, que me son vitales en la actualidad.

Pasó el tiempo y decidí que, en vez de tomar fotografías, ahora yo quería salir en ellas. Así, comencé a modelar. Éste es un momento muy importante en mi vida, que marcaría mi forma de interactuar con las modelos. Empecé a experimentar aquello que ellas viven al estar frente a la cámara, y por más fácil que se vea, en realidad es un gran reto: se requiere de mucha confianza y amor propio.

El verdadero cambio vino a mi proyecto de vida durante un viaje que realicé con el programa Vértice de la Universidad Anáhuac Mayab, en específico, en uno de los seminarios internacionales de verano. Fue gracias a una amistad de allí que descubrí la carrera que estoy estudiando actualmente: Comunicación, y debo agradecerle a mi hermano por animarme a ingresar y ser comunicóloga.

Un requisito para estudiar esta licenciatura es adquirir una cámara, así que la compré, y ahí formalmente comenzó toda la aventura fotográfica. Es en este momento cuando debo mencionar que es sumamente importante rodearnos de personas que nos inspiran. En mi caso, y desde que entré a la universidad, he estado rodeada de maestros que me impulsan a ver la fotografía como algo más que solamente apretar un botón.

Además, me dediqué a viajar y salir. Como dice una amiga, a “expandir” mi zona de confort. Comencé a realizar cosas que en un principio me pesaban, pero que eran necesarias para llegar a mi objetivo, aprender a observar y conectar más con el momento.

Entendí que todo lo que está enfrente de nosotros al tomar una fotografía es de suma importancia, esto adherirá un significado al encuadre. Por lo tanto, no se trata únicamente de ver la vida, sino de comprender su esencia y ser respetuoso con los sujetos que la conforman.

Más aún, al estar platicando con una fotógrafa aprendí que la mayoría de nosotros somos semiólogos porque tenemos mucha práctica en “leer” a las personas y nos preocupamos por causar la mejor impresión, o la impresión “correcta” cuando nos rodeamos de gente.

Esta conciencia de uno mismo es claramente evidente ante la presencia de una cámara. Hay quien opina que se consigue un retrato más auténtico cuando el sujeto no sabe que está siendo fotografiado, pues así se impide que cree una pose y manipule su propia apariencia para proyectar la imagen requerida. Esto se manifiesta en algunas formas de abordar la “street photography”, por ejemplo, cuando el fotógrafo pasa inadvertido o disimula lo que está haciendo.

Por lo anterior, llegué a la conclusión de que este tipo de fotografía es la que a mí me gusta. Con tal de que salga la imagen lo más natural posible y que ese momento quede plasmado para la eternidad, prefiero moverme para tomar la fotografía en vez de que el sujeto salga de su contexto.

Por último, quisiera mencionar que no deben temerle al recorrido que les va marcando la vida. Una profesión te puede llevar a otra y una primera experiencia te puede enseñar lecciones muy valiosas que serán indispensables para la siguiente aventura de tu vida. Algo que me ha marcado mucho, como mencioné, son las personas con las que me he rodeado; porque un jardín se ve bonito con una rosa, pero ¡qué “cool” se vería con unos tulipanes, y de paso un girasol también, ¿no? Le agregarían más vida al ambiente.

Con esto te quiero decir que crezcas rodeado de otros, pero —más que nada— escucha a tu interior y así descubrirás tu pasión. Sí, al encontrarla debes practicar mucho para alcanzarla, y no, la flojera no es aliada de los sueños. ¡Persíguelos con todo tu corazón!