¿Quién no piensa en Cupido cuando se habla de San Valentín? Ese niño con alas y flechas listo para hacer de las suyas y dejar enamorados a más de uno, se ha convertido en una de las figuras protagonistas del 14 de febrero. Pero… ¿sabes por qué? Te quedaste pensando, ¿no es así? No te preocupes, porque aquí te contamos. ¡Conoce la leyenda de Cupido!

leyenda de cupido

¿Cuál es la maldición de Cupido?

Según la leyenda de Cupido… El dios griego del amor se ganó la fama de ser un niño molesto, ya que hacía sufrir a los seres humanos con sus poderosas flechas hechizadas. Mucho tiempo tuvo que pasar para que la condena que imprimía en sus víctimas cayera sobre sí mismo: se enamoró perdidamente de la que sería némesis de su mamá y viviría un romance tumultuoso. Ahora bien, ¿qué dice realmente la leyenda de Cupido?

¿Qué tiene que ver el 14 de febrero con Cupido?

Se podría decir que Cupido es la figura más representativa de San Valentín, representada por un niño con alas y arco con flechas que son disparadas a las parejas provocando que se enamoren profundamente. Pero, este niño también vivió su propia historia de amor, de la cual surge la leyenda de Cupido.

leyenda de cupido

En la antigua Grecia Cupido era conocido como Eros, el hijo joven de Afrodita la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. Para los romanos Cupido es el dios del amor hijo de Venus y de Marte, dios de la guerra.

Cupido era ayudante de su madre Venus, dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. Era pícaro y carismático, pero a veces cruel con sus víctimas, ya que no tenía escrúpulos.

A la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia.

Consciente del poder que tenía, a veces rechazaba las peticiones de su madre y los demás dioses de interferir en el curso de la vida de algunos mortales así que provocaba problemas frecuentes.

Un día se enfadó con Apolo cuando éste bromeo sobre sus habilidades como arquero, así que Cupido hizo que Apolo se enamorara de la ninfa Dafne y a ella le disparó una flecha con punta de plomo. Dafne rezó al dios del río Peneo pidiendo ayuda y fue transformada en un árbol de laurel, que se consagró a Apolo.

leyenda de cupido

Así entre rebeldía y travesuras, Cupido cumplía con su cometido, al paso del tiempo Venus comenzó a preocuparse porque su hijo no crecía, así que en busca de una respuesta se dirigió al Oráculo de Temis, quien le dijo: “El amor no puede crecer sin pasión”. Venus no comprendió la respuesta hasta que nació su hijo Anteros, dios de la pasión. Cuando estaba junto a él, Cupido crecía y se transformaba en un hermoso joven, pero cuando se separaban, volvía a ser un niño.

Por otro lado, en la Tierra de los mortales vivía una princesa llamada Psique (Alma), que a pesar de ser tan bella no lograba encontrar marido pues los hombres que la idolatraban no se sentían dignos de ella.

Su padre intentó hallar a través del oráculo de Delfos un buen marido para Psique, pero éste predijo que ella encontraría el amor en un precipicio. El marido que le sería destinado, una serpiente alada, terrible y poderosa, llegaría hasta ella y la haría su esposa.

Venus celosa por la gran belleza de Psique le pidió a Cupido que la hiciera enamorarse locamente del hombre más feo, vil y despreciable del mundo. Enterada de que se encontraba en el borde del abismo, envió a su hijo a dispararle sus flechas pero este al verla, se enamoró profundamente de ella y creció hasta convertirse en un apuesto joven.

Contra los deseos de Venus, Cupido llevó a Psique por arte de magia a un castillo aislado y se casó con ella, teniendo la condición de que como simple mortal, tenía prohibido mirarlo.

La princesa al sentirlo cerca y escuchar su dulce voz no sintió temor, estaba segura que no era un monstruo, sino el amante esposo que tanto tiempo había deseado. Él la visitaba todas las noches rogándole siempre que no viera su rostro.

Eran muy felices hasta que convencida por sus hermanas, Psique rompió la prohibición impuesta por los dioses y miró a su marido.

Eso le valió el castigo de ser abandonada por Cupido, quien con tristeza se despidió diciéndole: “El Amor no puede vivir sin confianza”. Expulsada del castillo, la arrepentida princesa recorrió el mundo en busca de su amado, superando una serie de desafíos cada vez más difíciles y peligrosos impuestos por Venus.

Como última instrucción le dio una pequeña caja indicándole que la llevara al inframundo. Tenía que llevar un poco de belleza a Proserpina, la esposa de Plutón. Se le advirtió también que por ningún motivo debía abrir la caja.

Psique se alistó para el viaje y durante él se enfrentó a varios peligros que fueron superados, sin embargo la curiosidad por abrir la caja la venció así que lo hizo y al momento cayó en un profundo sueño que parecía la muerte.

leyenda de cupido

Cupido al encontrarla, le retiró el sueño mortal de su cuerpo y lo puso de nuevo en la caja. Finalmente la perdonó al igual que Venus.

Fue tanto lo que ella luchó que finalmente los dioses, conmovidos por el amor de Psique hacia Cupido, la convirtieron en una diosa para que pudiera reunirse con su amado.

A partir de la historia de estos dos personajes el amor ha sido simbolizado por dos corazones atravesados por una flecha: la flecha de Cupido.

¿Qué significa la flecha de Cupido?

Si alguna vez te has preguntado por qué se usa la palabra “flechazo” para referirse al enamoramiento, estás a punto de recibir tu respuesta.

El famoso “flechazo” es la descripción metafórica del momento en que conoces a una persona y se da esa conexión casi instantánea entre ambos, dando como resultado un enamoramiento veloz y casi “a primera vista”.

¿Y qué tiene que ver Cupido con esto? Pues… ¿de dónde crees que provienen “las flechas”?

Ahora ya conoces de qué trata la leyenda de Cupido, pero si también quieres saber qué es San Valentín y por qué se celebra el 14 de febrero también te lo contamos. ¡Estás a solo un clic!

Leyenda tomada del libro “Mitos y leyendas de los Aztecas” de Francisco Fernández, página 25.