Rommel Pacheco es uno de los mayores ejemplos de éxito deportivo en Yucatán y de los clavadistas más reconocidos a nivel mundial con más de 20 años de experiencia y decenas de medallas. Hace poco, platicamos con él para que nos cuente cómo se define su vida con cada segundo que dura un clavado.

Prácticamente ha dedicado toda su vida a los clavados, pues empezó a entrenar desde niño y apenas con 11 años de edad se fue a la Ciudad de México para integrarse al Centro de alto rendimiento deportivo.

“Empecé por hobbie y cada vez llegó más responsabilidad, pero siempre trato de verlo como un juego para que no sea pesado y me siga divirtiendo. Mi infancia fue diferente porque no salía a la calle a jugar fútbol o iba a fiestas de cumpleaños, sino que mi juego era entrenar y competir con mis compañeros para ver quién hacía el mejor clavado; tuve la oportunidad de salir a viajes nacionales e internacionales desde niño, con muchas responsabilidades y disciplina pero haciendo lo que más me gusta”.

Recientemente recibió una medalla de plata en los Campeonatos Mundiales de Natación en Budapest, Hungría y se quedó en cuarto lugar en la final de trampolín de tres metros. Pero el momento que a todos se les viene a la mente al escuchar Rommel Pacheco seguramente es cuando entonó el Himno Nacional vestido con una playera de Popeye al recibir su medalla de oro en la Copa Mundial de Clavados Río de Janeiro el año pasado. Esa clase de momentos son los que le demuestran que todos los años de esfuerzo han valido la pena. “Cuando estás recibiendo una medalla es el resumen de haber dejado a la familia, las horas de entrenamiento, las repeticiones y los temores… se siente muy bonito”.

“Yo creo que lo más importante de tener una posición destacada es poder contribuir en algo; ser un ejemplo para los niños de los clavados de Yucatán e impulsarlos a conseguir sus sueños, porque yo empecé de la misma manera”, agrega.

Cada una de sus competencias las define como algo muy distinto y aunque ha tenido muchos instantes buenos también hay otros malos como aquellos segundos que duraron las cuatro y media vueltas al frente que lo dejaron fuera del Olímpico en Londres o esas mismas vueltas que le dieron una medalla de oro tras un clavado con la calificación máxima de cada jurado. “Ese segundo fue perfecto, hay algunos que me dan victorias y otros simplemente me dan lecciones”. “A veces las cartas te las barajean de una manera que no es la mejor jugada, pero si de todas maneras vas a tener que pasar por ahí para qué sufrir, mejor siempre tener una sonrisa y estar feliz para que el golpe duela menos” comparte Rommel acerca de cómo logra sonreír incluso en sus momentos más duros, como cuando perdió la medalla en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Nuevo ciclo

Ahora se prepara con más fuerza para afrontar el ciclo hacia Tokio, en el que llegaría cumpliendo 34 años. Espera hacerlo de la mejor y lograr una medalla para luego retirarse de los clavados. “Amo lo que hago, pero el cuerpo tiene un desgaste y yo considero que estos cuatro años serían los últimos”.

También planea enfocarse más en sus pequeños negocios y hacer de sus labores sociales algo más en forma. “Si puedo buscaré tener un cargo público en el que pueda ayudar más, no sólo con la intención sino con los recursos; me gustaría ayudar a crecer a Yucatán”.

Sobre su día a día nos explicó que luego de desayunar inicia su entrenamiento de cinco horas en el que realiza gimnasia de clavados y luego practica en la piscina, además de hacer pesas por las tardes o ir a terapias. A la par con su rutina deportiva, estudia una maestría en capital humano y en sus pocos ratos libres prefiere descansar o realizar actividades tranquilas como ir al cine, ver la televisión o dar la vuelta en alguna plaza. También aprovecha para visitar hospitales o asociaciones para compartir su historia de éxito.

Uno de los momentos clave es cuando se encuentra en el trampolín y de hecho es el único instante en que lo verás con una cara seria pensando lo que hará, cuantos pasos requiere y cada movimiento. “Hay que pensar en todo lo que vas a hacer y dejas fuera de tu mente si lo harás bien o mal, no hay pensamientos negativos”. Para obtener buenos resultados, asegura que la “fórmula perfecta” es “trabajar, ser constante y cuidarme de no tener alguna lesión; el trabajo es lo que te da la confianza de llegar a una competencia y estar seguro de que las cosas van a salir bien”.

Aunque actualmente vive en Ciudad de México, viaja de manera constante a Mérida, ya que se siente más a gusto cuando está cerca de su familia. “Cuando estoy lejos extraño mucho la comida y el clima porque adoro el calor, sé que hay mucho, pero siempre ando en traje de baño. Además me gusta la tranquilidad de la ciudad y que el tiempo rinde mucho pues te puedes trasladar fácilmente”.

“Estoy muy orgulloso de mi Estado y lo presumo en todos los lugares a donde voy. Quiero agradecer a toda esa gente que sin conocerme siempre ha apoyado mi carrera. Y cuando estoy parado compitiendo que sepan que representó a México, pero más a Yucatán”.

Al preguntarle a qué se dedicaría si no fuera clavadista, Rommel se pone muy pensativo y en realidad no se le ocurre ninguna otra profesión. “La verdad no sé, desde muy chico empecé y es lo que más me gusta; nunca pasó por mi mente ser otra cosa, no tengo idea de qué sería, así que agradezco ser clavadista”.

“La mayor satisfacción es ser la persona que soy el día de hoy; con los valores, la disciplina y con ese espíritu de luchar hacia mis objetivos, eso me ha dado los resultados y las medallas que he obtenido. Un campeón no te hace ser buena persona, pero ser una buena persona si te hace un campeón”.